Sobre la locuacidad
...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.
18 de febrero de 2015
Premio de Poesía
CANCIÓN DE AMOR PARA MEDIA VIDA
1er. Premio de Poesia - Universidad de Huelva
Aula de la Experiencia- Semana Cultural 2015
Para decirte que te quiero
y
que tengo henchida el alma,
se me declaran en huelga
se me declaran en huelga
los versos y las palabras.
Para decirte que te quiero,
Para decirte que te quiero,
el alfabeto se demanda.
Para decirte que te quiero,
Para decirte que te quiero,
sé que no tengo otra esperanza
que tomar tus manos entre las mías
que tomar tus manos entre las mías
y besar, tenue su palma.
Por eso quiero, amada,
empezar caminando
sobre los recuerdos primeros
de nuestra juventud enamorada,
para de nuevo poderte regalar
algunos versos íntimos, sinceros
y lo prendas en nuestra almohada.
En cierta ocasión me dijiste:
"Para ti he inventado éste atardecer"
Había tantos balcones en tus ojos,
Por eso quiero, amada,
empezar caminando
sobre los recuerdos primeros
de nuestra juventud enamorada,
para de nuevo poderte regalar
algunos versos íntimos, sinceros
y lo prendas en nuestra almohada.
En cierta ocasión me dijiste:
"Para ti he inventado éste atardecer"
Había tantos balcones en tus ojos,
tanta luz en tu mirada,
tanta caricia en tu tacto,
tanta caricia en tu tacto,
como silencio en tu silencio.
Yo te dije, señalando al cielo:
Yo te dije, señalando al cielo:
"Voy a regalarte una estrella
para que hagas con ella cintas para tu pelo"
Poco después se iluminó una estrella
para que hagas con ella cintas para tu pelo"
Poco después se iluminó una estrella
hasta el amanecer.
Un amanecer para nosotros
solos,
para ti y para mí,
como si no hubiera nadie más en la tierra...
y de
repente supe que era cierto,
que tú habías hecho ponerse el sol
y sacar la luna
de paseo,
que el mundo era solo tuyo y mío.
Hoy mi corazón no tiene dueño
y de rubor, a galope palpita,
Hoy mi corazón no tiene dueño
y de rubor, a galope palpita,
rosa
inmaculada, mi luz bendita,
como alondra, luna, jazmín o sueño,
déjame estar en tu temblor pequeño
que mi temblor, amor, lo necesita.
como alondra, luna, jazmín o sueño,
déjame estar en tu temblor pequeño
que mi temblor, amor, lo necesita.
Amada compañera,
esta carta
es mi canción para ti.
La escribí con
ritmo de homenaje imperecedero.
Tú la puedes escuchar
mirando
tus ojos en el espejo,
más allá de tus ojos,
en la luz que reflejan todas
las cosas que has visto,
que ves, que te rodean o que
ya no están.
La escribí sólo
para ti,
porque no solo sé decir las cosas
con palabras hermosas,
sino también con la mirada,
con el silencio de mi boca
y tú te mereces algo más,
lo máximo que el artista
pueda interpretar,
para que lo guardes siempre
junto al corazón
y la releas cuando flaqueen
nuestras fuerzas
y me lo recuerdes, sin
pudor.
Para que sepas que todo es
tuyo en nuestro hogar:
el maternal rocío de tus pies
cuando llegas,
la curva de tus manos mimando
mis pensamientos,
la vajilla donde sirves los recuerdos
de cada nochebuena,
el flan con la espiral de tus
temblores,
mis cuadros de tantas
alegrías sostenidas.
Nunca te olvidas de calentar
la casa cuando llega el invierno,
ni de plantar los prismas de
la primavera.
Puedes seguir soñando por las
tardes
con nuestros hijos
que vuelven a la mesa que
caldea los pies para la vida.
Ya habrás notado que es tu
casa de siempre,
que sigue apuntalada de
esperanza,
que la alegría es tuya a
propiedad perpetua,
que eres tú,
que sólo tú sabes abrir nuestros
corazones cada mañana.
Ya he aprendido que la
felicidad es extraña siempre
y que no se parece en nada a
la que nos enseñaron de memoria
y que los recuerdos se
escriben con el tiempo
sobre los montes de la luna
y que allí se siembran las
ilusiones
que sólo pueden reflejarse en
el alma enamorada.
Me regalaste un racimo de treinta y pico años juntos,
con un cierto, dulzón, sabor
a poco
y tres vidas nuevas
que han
floreciendo a nuestro compás.
Como desde tu vientre hasta
la cuna,
te quise mucho en el dolor,
el tuyo de antes y el nuestro
de ahora.
Ellos juntos me colmaron la
alegría
cuando crecía en soledad la luna
y el otoño vareaba la aceituna
del olivo que de mí en ti nacía.
Hubo una vez en ti dos corazones,
cuando crecía en soledad la luna
y el otoño vareaba la aceituna
del olivo que de mí en ti nacía.
Hubo una vez en ti dos corazones,
por tres veces,
pero como me los distes, no dispones
más que del mío, en sombra y no te vale.
O si te vale, mírale la llama,
bendita sea, Dios, la doble rama
que al tronco del amor más puro sale.
pero como me los distes, no dispones
más que del mío, en sombra y no te vale.
O si te vale, mírale la llama,
bendita sea, Dios, la doble rama
que al tronco del amor más puro sale.
Como casi siempre, solos tu y
yo,
por las avenidas de la dicha,
como dos forasteros.
Como dos extasiados con la
alegría a cuestas
que invadieron el cielo y la
monotonía.
Solos tú y yo, como a dos
velas.
Como un ciclo cerrado.
Como un par de zapatos que
aprendieron su oficio
de no saberse nada de
memoria.
No nos han enseñado otra cosa que vivir
y se nos pasa el tiempo como
un recuerdo más,
como si no tuviéramos otro pasarrato
que el de sacar olvidos
y decorar con ellos la casa
para hacerla más grata.
Estamos a mitad de camino.
Aún debemos pagarnos tantos
favores
como puntas de lápices hemos
partido
hasta aprendernos la vida de
carretilla.
A mí se me ocurre un chiste
para mirar tu cara cubierta
de sonrisas
y tú me cuentas otro...
y así pasaremos los años como
en la edad del pavo,
mordiéndonos las uñas
y explicándoles a los niños
la vida,
discutiendo sobre a quién de
ellos
dejaremos en herencia nuestro
anillo de bodas y la paciencia.
Esto
ya es cosa nuestra, esposa,
tan sólo tuya y mía.
Los dos, a cintarazos de alegría
daremos si sombra, luz, si estiércol, rosa.
Puesto que somos dos, es cosa
de los dos, hombro con hombro. Tú confía
en Dios y en mí. Yo en Dios y en tí. Si al día
sigue la noche, duerme en mí, reposa.
Reposa en mí, amada, tu cabeza.
Encuentre en mi rudeza caminante
lo que la mía en tu delicadeza.
Hombro con hombro, amor, es lo importante
que para desterrar a la tristeza
nos queda mucha vida por delante.
tan sólo tuya y mía.
Los dos, a cintarazos de alegría
daremos si sombra, luz, si estiércol, rosa.
Puesto que somos dos, es cosa
de los dos, hombro con hombro. Tú confía
en Dios y en mí. Yo en Dios y en tí. Si al día
sigue la noche, duerme en mí, reposa.
Reposa en mí, amada, tu cabeza.
Encuentre en mi rudeza caminante
lo que la mía en tu delicadeza.
Hombro con hombro, amor, es lo importante
que para desterrar a la tristeza
nos queda mucha vida por delante.
Manuel Silván
9 de febrero de 2015
La vida detrás de los sueños
Ahora que aún no he despertado
pienso en lo que me espera
detrás de la vida en mi memoria.
Estás conmigo en este lado
y no sé si también saldrás fuera
para continuar allí nuestra historia.
Esta noche soy feliz en el sueño
por donde caminamos abrigados
al amparo de la ternura dedicada,
revueltos en un abrazo inmortal,
liberando a miles de besos usados
que nos regalamos a cada paso
para ir más ligeros y menudos.
No queremos cruzar el portal
de los misterios ceñudos
porque no sabemos que hay detrás
de las pestañas intranquilas,
ni de los postigos adornados
con el reflejo de nuestras pupilas,
ni del canto de los serafines
invitándonos a pasar entre visillos.
No imagino volver a despertar
y que ya no tuvieses densidad,
ni cabellos, ni manos, ni besos
ni voz, ni silencios que regalar.
No imagino la vida sin ti.
Si sólo estas en los sueños
quisiera eternamente dormir.
Manuel Silván
10/2/2015