Sobre la locuacidad

...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.

14 de mayo de 2015

A veces, tan solo a veces



A veces, cuando se nubla la memoria
y los recuerdos se sujetan en el tiempo,
tan frágiles como remisos, tan yermos,
tan cansados como ausentes,
volátiles e incluso amargos en la insinuación…
a veces, digo, no podemos evitar
la frívola intención
de volver sobre nuestros pasos
para recorrer de nuevo aquella senda que,
ahora se nos antoja filántropa y recurrente.

Es como si hubiese aparecido
por arte de magia
la solución a nuestras tribulaciones.
Como si una comezón en las entrañas
nos invitara a comer de la fruta prohibida que,
alguna vez tuvimos en las manos.

A veces, digo y solo a veces,
no se recupera la memoria oportuna
por mucho que inquiramos
en los anaqueles del pasado,
ni siquiera logramos acercarnos a las lindes
de aquel paraíso deshabilitado por el tiempo.

Como último recurso
para superar el trance de la nostalgia inoportuna,
solo nos queda sorber resignadamente
las lágrimas amargas
que tan gentiles se desbordan de nuestras cuencas.

Ni siquiera el recuerdo
de que aquellos de la juventud, ya intransitable,
acudirán solícitos a nuestro consuelo.
Cada vez tardan más
en volver a regalarnos sus frescura,
sus desvelos, aquellas carreras disparatadas
por lo pliegues prohibidos de la piel ajena,
el silencio en las miradas mágicas,
ni la grácil brisa de colores que nos regalaba
el crepúsculo rojizo bajo las lomas del Conquero.

A veces, ya no sabemos casi nada de nosotros,
ni del tiempo que transcurre
hasta la próxima vez que lloramos
o nos atragantamos con las palabras
que nunca dijimos porque no era el momento adecuado.
A veces, nos parecemos a la persona
que nos imaginábamos de mayor
pero, solo a veces, nos reconocemos en ella
y es entonces cuando se apaga
la luz de la memoria
para consolarnos la soledad propia
de tanta vida vivida
 entre los tiempos de antes y los de ahora.
Tanta que, a veces, ya ni nos acordamos
y empezamos a ponernos tristes.

Total, para nada, no sirve para nada.
Solo merece la pena seguir viviendo
y dejar el pasado para cuando salgamos de aquí.        

Manuel Silván

6/5/2015       

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