como escapándose de
puntillas
al toque impertinente
de diana.
Era una dócil noche
azul en luto,
reposando el desvelo
bajo la doble sombra
lunaria
de un olivo denso y
viejo
con mil hojas
rendidas al vuelo.
Perlándome la cara,
algunas lágrimas,
una mano sobre la
otra
cerradas en broche.
...Una calle de vísperas imaginada,
media borrosa bajo la
luna solitaria
y paseando por ella
los besos de la
última noche.
Pensaba que dormir es
como un puente
que vá desde hoy
hasta el mañana
y por debajo, como un
sueño
pasa la vida, como el
agua.
A veces me despabilé,
sin ganas,
mientras que, triste
y sonámbula,
sonaba impertinente
la diana.
En la escena hay una
boca grande,
abierta para liberar
el desencanto
y un sol amarillo
empalagoso
para iluminar la
tarde sosa,
también hay un
pasmado cornetín
solícito para
desvelar el sueño.
Casi todo está
cubierto de espanto.
La mimosa pasión de
una mujer
anduvo revoloteando
entre las penas.
Yo pensé que regalaba
flores
y cuando le di,
galante
la sangre caliente de
mis venas
huyó inmisericorde
hasta la nada,
despavorida de mis
brazos
dejándose los besos
olvidados.
Corrí tras ella como
un loco,
desesperado y
malherido,
buscándola como perro
sin amo.
…y aquel maldito
cornetín
seguía tocando la
diana macabra,
luego arrebato, a la
carga y retirada
¡Cuánto me dolía el alma
ultrajada!
Nunca más volví a
encontrarla
tampoco la reconocía
mi memoria,
ni siquiera las
huellas de sus pies
marcadas sobre el
albero
y que profanó mi
corazón
con una pisada
maldita de mala fé.
Aquel desconocido
sendero
estaba oscuro,
tortuoso y sin término.
Aquel camino se la
llevó para siempre
y ahora ya casi ni la
recuerdo.
Febrero.2014
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