Sobre la locuacidad

...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.

12 de abril de 2015

Cuando me perdí en tí

                                  
  


Algunas pocas caricias habían bastado
para destapar el vargueño
de tu íntima y secreta feminidad.

El terciopelo de tu piel se erizaba
por donde zancajeaban mis dedos
buscando huecos de pasión
escondidos entre sus plises rosados
y destellaban tus ojos semicerrados
mientras susurrabas a media voz
gemIdos tibios y acogedores.

La cabeza dulcemente reposada
en la tersa redondez de tus hombros,
los pechos recogidos bajo la prenda
cómplice de tus manos febriles,
la danza liviana de tus caderas
sobre el vaivén de los muslos firmes
y un imperceptible aturdimiento
que coloreaba tus pómulos cándidos   
sembraron en mí la duda razonable
sobre la subsistencia de la cordura
que hasta entonces me gobernaba.

Desde aquel sublime instante
se inhibieron los recatos y las cobardías
hasta que, derretido mi cerebro
de tanto gozo y ventura
vinieron a rescatarme las luces del alba.

Para entonces ya era tarde,
se habían extraviado mis sentidos
y ni siquiera sabía dónde estaba,
si en la gloria o en los sueños.

Sólo escuchaba, redundando con levedad,
la complaciente melodía que sonaba
como un rumor de ángeles embobados,
musitando: …te amo, te amo, te amo.       
    

Manuel Silván
12/4/2015

       

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