Sobre la locuacidad

...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.

24 de marzo de 2015

Aflicción



Me ha despertado tu llanto.
Un grito dolorido de ausencias que me cercenó el manojo de sueños que venía hilvanado desde hace tiempo.
Me ha despertado un sobresalto en la memoria de los convenios sazonados al calor de nuestra alcoba, templada de besos íntimos desde el más adentro todavía.
He sentido la mordaza implacable del terror infligido por quien rompe a escondidas los cristales de nuestra esperanza, el infame verdugo de las maldiciones enconadas, ese que le habla de tú al destino y no cesa en su empeño de robarte la sonrisa y el ánimo.
Se me ha desbordado sobre la almohada el caudal de tus lágrimas más amargas, arrastrando consigo una amalgama de inmundicias que han taponado todas las salidas previstas para estos casos de maldiciones empecinadas.
Cuando soplan estos vientos desesperados se me rebelan las palabras para definir mis emociones y se me olvidan las direcciones secretas de mis musas veneradas.
Me fustigan el corazón enamorado aquellas tropelías que usan los cobardes cuando salen a pasear los días menos esperados, cuando se les rompe el culo de estarse quieto dentro de su infamia y buscan afanosos lacerarnos la paciencia y la fortuna.
El diablo anda suelto y pide a gritos carnaza fresca para desayunar.
Está revuelto con sus pelos pringosos y un porro de venganza entre los labios, está buscando clavarse en la paz que hemos construido en su memoria para vacunarnos contra el desespero y hacerle un hueco definitivo en el trastero de los olvidos.
Tengo la sensación de que se te han abierto las heridas y por eso me han llamado esta noche los arcángeles que velan nuestro paraíso.
Por el tono de sus recados he advertido que los brotes nuevos que ya se abren para nuestra primavera están sufriendo un duro castigo y amenazan con caerse al vacío del desencanto.
No podemos permitir que se derrame por ahí la savia nueva que riega nuestras vidas para emocionarnos los corazones sembrados al cobijo de un amor tan sólido y oportuno como exigen las normas más convenientes.
Ahora mismo salgo a tu encuentro no sea que los bandidos de la memoria ultrajada se apoderen de nuestro baluarte aprovechando la mínima flaqueza de tu sonrisa. Para eso estamos alerta el uno y el otro, por si acaso se quedase alguna puntada suelta en el albedrío de las pasiones cotidianas.
No desesperes, amor que ya tengo mi acero dispuesto para cercenar la mano disoluta que se te ha trabado entre los silencios, amenazando tormenta fuera de temporada.
No desesperes, princesa y resiste un poco tus lágrimas que voy a necesitarlas todas, para refrescarme el amor que alberga en mi alma, cuando haya liquidado el peligro que nos acecha.           

M.Silván

24/3/2015

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