Sobre la locuacidad

...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.

13 de marzo de 2015

El encuentro






Sentí bajo mis pies, la madera ajada,
roída, cascada y rota,
mi alma, mi corazón, la voz,
el llanto, la angustia y la impotencia.

Se me acabó del todo la paciencia
de bailar solo como un idiota
al ritmo desolado del acordeón.

Taponé mis heridas con ilusiones
y salí desnudo al centro del infinito,
allí donde van a parar los redimidos.

Una voz recitaba versos y suertes,
esperando algún abrazo perdido.

No acerté a encontrar su origen
pero cuando mencionó mi nombre
enseguida te reconocí,
supe que eras tú,
que habías venido
desde el fin del mundo,
que me esperabas desde siempre
con la inmortalidad a cuestas
para no perderme nunca más.

Hoy bailamos juntos a todas horas
y no nos cansamos de tenernos
tú con todo el arte que atesoras
y yo con los clamores de mis versos.
  
Manuel Silván
 






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